emplos de la protección de la Medalla de San Benito
Ejemplo 20
En el mismo año (1863), en Andabres (Hérault), la Srta. R. G. estaba amenazada por la aparición de un tumor canceroso en la cabeza, que se había manifestado dos años antes. Se le había formado una glándula dolorosa, resistente a todos los procesos curativos empleados. Una noche, antes de acostarse, la joven tuvo la idea de ponerse una medalla de San Benito en la cabeza, encomendándose al santo Patriarca. Se durmió profundamente y al día siguiente, al sacar la medalla, se dio cuenta de que la glándula había desaparecido totalmente.
Ejemplo 21
En Limoges, en 1864, en la casa de las Hermanas de San José, una postulante le mostró a una de las superioras el brazo, que denotaba la presencia de un cuerpo extraño. Sentía agudos dolores, lo que hacía presumir que fuera la aguja de una abeja; y de hecho, al mover el brazo, se comprobaba que no podía ser otro el objeto introducido. Mandaron llamar a un médico, esperando que con una incisión liberaría a la enferma. Pero, de repente, antes de la llegada del médico, la enfermera se acordó de la medalla de San Benito. La aplicó inmediatamente sobre el brazo enfermo, y después de rezar en común cinco Padre Nuestros y cinco Ave Marías, seguidas por la invocación a San Benito, la postulante preguntó: “¿Y si trato de hacer salir la aguja?” “Inténtelo”, respondió la enfermera. Los esfuerzos fueron completamente inútiles y sólo tuvieron como resultado aumentar el sufrimiento. Entonces dijo la enfermera: “Presione de un lado con la medalla”. La hermana obedeció; y apenas había presionado de un lado del brazo, la aguja apareció del otro, y así se consiguió extraerla fácilmente y sin dolor. Cuando el médico llegó, ya no tenía nada que hacer.
Ejemplo 22
En Montauban, en 1865, una señora enferma estaba en cama sin poder moverse desde hacía dos años y medio, y todo llevaba a creer que quedaría paralítica para el resto de la vida. Un día en que le habían llevado la Sagrada Comunión, una Hermana de la Caridad que estaba de visita, le colocó con dificultad la medalla de San Benito entre los dedos, y consiguió con grandes esfuerzos llevar la mano de la enferma al pecho, esperando que el contacto con ese objeto sagrado pudiera producir algún efecto benéfico. De inmediato la enferma sintió una viva conmoción en todo su ser, comenzó a transpirar abundantemente, y dejó escapar de sus labios estas palabras: “Estoy curada”. Enseguida volvió el movimiento a sus miembros, se levantó con presteza, quitándose las frazadas que durante tanto tiempo la habían envuelto, y se vistió con la ropa que usaba antes de caer enferma. Al día siguiente se dirigió a la iglesia a fin de agradecer a Dios la cura repentina.
Ejemplo 23
En S..., en la diócesis de Mans, en 1868, una señora sufría dolores agudísimos, motivados por una neuralgia en la cabeza, causada por un diente en mal estado. Se habían intentado todos los remedios habituales sin que produjeran efecto alguno. La enferma recurrió entonces a la medalla de San Benito, y la conservó apoyada sobre la cara, pero sin sentir ningún alivio. Cerca de media hora más tarde, con la medalla siempre sobre el rostro, recibe la visita de un vecino y expresa, con voz entrecortada, cuán insoportables eran sus sufrimientos. La visita, compadecida, le sugiere que un poco de aguardiente, conservado en la boca, tal vez pudiera aliviar algo el dolor; y como no había aguardiente en la casa, manda una persona a buscarla a toda prisa, a la suya. No había llegado al umbral de la puerta cuando el dolor cesa súbitamente, y desde esa ocasión el dolor ya no retornó. San Benito, cuya medalla había sido empleada sólo después de los auxilios médicos, no permitió que un medio material reemplazase el empleo del glorioso emblema de su poder, y curó instantáneamente a la enferma.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario