viernes, 1 de enero de 2010

CURSO DE AUTODEFENSA PSIQUICA: LECCION 4 " la ley de correspondencia"




Tres mil doscientos años antes de Cristo, según cuentan los antiguos relatos egipcios, finalizó el reinado de dioses y semidioses sobre la Tierra. En el valle del Alto Nilo un rey de pastores, Menes, ascendió en ese entonces al faraonato con el título de Menes I, El Tinita (por ser oriundo de la ciudad de Thinis).
Menes desarrolló, en su prolongado reinado, una vasta tarea de conquista y culturalización para sacar a su pueblo de la condición pastoril y agrícola que hasta entonces lo caracterizaba. Hizo contratar especialistas en las más variadas disciplinas provenientes de los más alejados puntos del mundo conocido y, muy especialmente, agregó a su corte a un sabio caldeo, arquitecto, médico, astrónomo y -lógicamente para ese entonces- mago, conocido como Toth. Hasta avanzada su ancianidad, Toth se dedicó a volcar sus conocimientos en diversos libros, algunos perdidos para siempre, otros conservados fragmentariamente como el llamado "Libro de Toth", compendio de Teurgia o Alta Magia Blanca del que sólo sobrevivieron a la primera de las siete destrucciones de la Biblioteca de Alejandría sus láminas ilustrativas, exactamente setenta y ocho, y que conformaron al paso del tiempo la baraja del Tarot o, en egipcio, "tarah ha´ Toth" (de donde por deformación proviene el vocablo "Tarot") y la "Tábula Esmeragdina", o "Tabla de Esmeralda", una sucesión de aforismos que guardaban memoria del conocimiento filosófico de los contemporáneos de este Toth que, al morir, fue elevado a la categoría de dios -apoteosis común en esos tiempos- e, incluso, adoptado tardíamente por los griegos con el nombre de Hermes Trimegisto ("el tres veces grande"). Precisamente, lo de "filosofía hermética" proviene de su nombre helenizado.
El primer aforismo de la "Tabla de Esmeralda" expresaba el Principio de Correspondencia, que enseguida explicaremos, con estas palabras: "Es verdad, muy cierto y verdadero, que lo que es arriba es como lo que es abajo, y lo que es abajo es como lo que es arriba, para hacer el milagro de una sola gran cosa bajo el Sol". En otros términos, la total identificación entre lo macrocósmicamente grande y lo microcósmicamente pequeño.
La estructura de un átomo es, microcósmicamente, como el Sistema Solar macrocósmico que lo contiene. (Sí, ya sé que algunos argumentarán que esta es una teoría demodée y que actualmente se especula con una nube sin masa con cargas eléctricas. Pero esta teoría, dicho está, sigue siendo pura especulación y, para comprender los fenómenos a escala de la física clásica, el modelo "orbital" de Bhör sigue sirviendo perfectamente. A fin de cuentas, hacia esto parece apuntar la mecánica cuántica: no hay una forma de Realidad, sinoinfinitas formas para n situaciones, todas preexistiendo como probabilidades matemáticas hasta hacerse realidad). La parte del todo refleja el Todo. Un ser humano es 70% agua y 30% materia sólida y vive, casualmente, en un planeta que es 70% agua y 30% materia sólida. Además, su sangre tiene exactamente la misma proporción de sal que la del agua del planeta. El iris de una persona permite conocer el funcionamiento de todo su organismo porque, como siempre, la parte de un Todo refleja ese Todo. Una carta natal astrológica resume en su microcosmos, el macrocosmos de la vida y la personalidad del sujeto al que pertenece. Las líneas de mi mano reflejan mi personalidad y mi vida también, pues mi mano, como parte de un Todo integrado por mí y por mi devenir, refleja el Todo. Una persona carismática y de fuerte carácter concita a su alrededor a las personas de temperamento más débil, que imitan sus poses, su manera de ser y tratan de vivir en función de aquella, lo que llamaríamos una conducta heliocéntrica, donde hasta "la luz del Sol" (y recordemos que en Astrología el Sol significa la personalidad manifestada) es "reflejada" por quienes giren a su alrededor, actuando microcósmicamente como un sistema planetario lo hace macrocósmicamente.
En Matemáticas es conocida una curiosidad llamada serie de Fibonacci, planteada por el sabio homónimo, donde cada número resulta de la suma de los dos anteriores. Tal el caso de la secuencia 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89... etc. Pues bien, una figura que se repite en la naturaleza universal es la espiral de Fibonacci, donde cada una de las espiras (vueltas) se distancia de la anterior de acuerdo a esa progresión numérica. Esto es tan así, que lo encontramos desde la espiral macrocósmica de una galaxia, hasta en la microcósmica de un caracol e, incluso, si toman ustedes un repollo colorado y lo cortan transversalmente, comprobarán que no sólo su disposición es en espiral sino que respeta la serie de Fibonacci.
¿Un experimento práctico?. Supongamos que en casa alguien se lastima, se corta, pierde sangre en cualquier accidente hogareño. Tenga preparada una bolsita con sulfato de cobre (unas piedritas color verde azuladas que, entre otros usos, se emplean para clorificar piscinas de natación) y rápidamente diluyan en un vaso lleno de agua el mismo hasta el punto de saturación, es decir, cuando por más que sigan agregando sulfato de cobre éste no se disuelve más, o, por lo menos, cuatro o cinco cucharadas soperas colmadas. Entonces introduzcan en él un trocito de algodón sucio de la sangre del herido, dejándolo allí. Atención: no se trata de mojar la herida con la solución del sulfato, ya que (a) si bien observarían efectos cicatrizantes, aquí la acción sería comúnmente química -es el principio de las sulfamidas- y no esotérico, que es lo que tratamos de probar, y (b) el ardor subsiguiente en la herida haría que la v íctima recordara el árbol genealógico del frustrado enfermero hasta la octava generación.
Observaremos entonces un hecho fascinante: sin ningún tipo de acción química en contacto con la herida, ésta cicatrizará varias veces más rápido de lo que haría cualquier compuesto medicinal aplicado directamente sobre aquélla, actuando a distancia. Tan es así, que aunque se pongan centenares de kilómetros entre el herido y su "muestra testigo" sumergida en la dilución, seguirá actuando, y aun lo hará aunque el sujeto del experimento nada sepa del mismo o no crea en él, lo que invalida la hipótesis de la sugestión.
Personalmente, además de haberlo empleado numerosas veces, cuento con el testimonio de un odontólogo especializado en cirugía maxilofacial y otro profesional de la salud, urólogo y cirujano, que desde hace años y por mi recomendación vienen empleándolo con éxito en sus intervenciones quirúrgicas. Es tanto como afirmar que la acción (química o energética, lo mismo da) sobre la muestra de sangre se copia, se duplica en el original del cual proviene porque, obviamente, la parte del Todo (la muestra de sangre) refleja al Todo del cual fue obtenida.
Correlación con la Autodefensa Psíquica: Muchos que apuestan a ser "individuos cultos e informados", ríen estrepitosamente ante el temor de alguien que sospecha que con una foto o un mechón de cabellos puede afectárseles a distancia. Pero, tomando el experimento anteriormente descripto y por Ley de correspondencia, si el sulfato de cobre actuando sobre esa "muestra-testigo" que es la sangre hace que a distancia coagule la que mana de mi herida, ¿qué efecto correspondiente no podr`provocar, si estoy suficientemente entrenado, lo que haga sobre la misma (un poco de sangre, de saliva, de cabellos o de semen es, indistintamente, siempre una "muestra-testigo") con intenciones negativas?. La misma foto es una impronta energética: si mi imagen aparece en la foto, es porque la emulsión química reaccionó con la luz, y si me veo allí, es porque era la luz reflejada contra mi cuerpo.
Por lo tanto, existe una continuidad energética entre mi persona y los fotones "atrapados" por la emulsión fotosensible.

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