SUEÑOS DE UN DESTINO
DECISIONES Y DETERMINACIÓN DE OBJETIVOS
Nada ocurre sin ser, antes, un sueño.
CARL SANDBURG
Todos soñamos ... En el fondo del corazón, todos quisiéramos creer que tenemos un don especial, que podemos ofrecer algo único, que somos capaces de comunicarnos con los demás de un modo muy personal, que podemos mejorar este mundo.
¿Cuál es una de tus aspiraciones? Quizá se trate de un sueño olvidado o del que empiezas a renunciar. Si tu sueño se hiciera realidad ... ¿cómo sería tu vida actualmente?
Permítete soñar por un momento, piensa en lo que quieres de verdad en la vida.
Lo que cuenta no son nuestros actos excepcionales sino lo que hacemos día a día. ¿Y quién es el padre de toda acción? ¿Lo que define, en última instancia, quiénes somos y a dónde vamos? La respuesta es: nuestras decisiones. Son éstas las que dan forma a nuestro destino. Creo que, más que cualquier otra cosa, son nuestras decisiones -y no las circunstancias de la vida- las que determinan nuestro destino.
¿Quién iba a imaginarse que el convencimiento de un hombre tranquilo y modesto -abogado de profesión y pacifista por convicción- tendría el poder de derrocar un vasto imperio? No obstante, la determinación de Mahatma Gandhi, su fe en la no violencia como medio para ayudar al pueblo de la India a recuperar el control de su país, puso en movimiento una inesperada cadena de acontecimientos.
Date cuenta de la fuerza de una decisión personal cuando se actúa en consecuencia de inmediato y con total convicción. El secreto consiste en asumir públicamente un compromiso tan importante que resulte imposible desdecirse. Aunque muchos pensaban que el sueño de Gandhi era irrealizable, su compromiso inquebrantable con sus convicciones logró convertido en una innegable realidad.
¿Qué podrías conseguir tú si hicieras acopio de una cantidad similar de pasión, convencimiento y acción para crear un impulso imparable?
Todos nosotros estamos dotados con recursos innatos que nos permiten realizar todos nuestros sueños... y más. Una decisión puede abrir las compuertas que darán paso a la alegría o la tristeza, la prosperidad o la pobreza, la compañía o la soledad, la larga vida o la muerte temprana.
Te reto a tomar hoy mismo una decisión capaz de cambiar o mejorar la calidad de tu vida de forma inmediata. Haz aquello que llevas tiempo postergando... aprende un nuevo oficio... trata a la gente con respeto y compasión renovados... llama a alguien con quien hace años que no te comunicas. Pero ten en cuenta que todas las decisiones tienen sus consecuencias. Incluso el hecho de no tomar ninguna decisión en absoluto es, a su manera, una decisión.
¿Qué decisiones -o indecisiones- pasadas han influido mucho en tu vida actual?
'En 1955, Rosa Parks decidió oponerse a una ley injusta que la discriminaba por razón de su raza. Su negativa a levantarse del asiento que ocupaba en el autobús tuvo consecuencias que excedían, con mucho, las que ella pudiera imaginarse en aquel momento. ¿Acaso tuvo la intención de cambiar una estructura social? Fuera cual fuese su intención, su compromiso con un ideal la impulsó a actuar.
¿Qué efectos a largo plazo podrían resultar de tus principios más elevados y de tu decisión de ponerlos en práctica hoy mismo?
Todos hemos oído hablar de personas que, en un estallido, trascendieron los límites de sus circunstancias y se convirtieron en ejemplos claros del poder ilimitado del espíritu humano.
También tú y yo podemos convertir nuestros actos en ejemplos inspirados, basta con tener valor y ser conscientes de que somos capaces de controlar todo lo que ocurre en nuestras vidas. Aunque no siempre podemos controlar los acontecimientos que nos afectan, sí está en nuestras manos controlar nuestra respuesta a ellos y las acciones que emprendemos en consecuencia.
Si vives situaciones que no te satisfacen -afectivas, laborales o de salud- decide ahora mismo qué puedes hacer para cambiarlas.
Cuantas más decisiones tomes, mejor aprenderás a tomarlas. Los músculos se fortalecen cuando se usan y lo mismo ocurre con tu «músculo» mental.
Toma, hoy mismo, dos decisiones que has venido aplazando: una fácil y otra un poco más importante. Emprende enseguida la primera acción hacia la realización de ambas; mañana, darás el paso siguiente. Es una práctica que te permitirá desarrollar este «músculo» y que te ayudará a cambiar tu vida entera.
Debemos intentar aprender de nuestros errores en lugar de angustiarnos por haberlos cometido; si no, estamos condenados a repetirlos. Si en un momento dado te «embarrancas», recuerda que en la vida no hay fracasos. Sólo resultados. Piensa una cosa: ¡El éxito es el resultado de las decisiones acertadas, las decisiones acertadas son el resultado de la experiencia y la experiencia suele ser resultado de las decisiones equivocadas!
¿Qué has aprendido de los errores pasados que te sea útil para mejorar tu vida actual?
Normalmente, ni el éxito ni el fracaso son resultado de un único acontecimiento. El fracaso se debe a esa llamada que no hicimos... a ese esfuerzo adicional que evitamos ... , al «te quiero» que dejamos de decir. Del mismo modo que el fracaso sigue esta cadena de pequeñas decisiones, el éxito se produce cuando tomamos la iniciativa y actuamos ... , perseveramos ... , expresamos con elocuencia la profundidad de nuestros sentimientos.
¿Qué acción sencilla podrías emprender hoy mismo para dar a tu vida un impulso hacia el éxito?
Los estudios demuestran que las personas con éxito tienden a tomar decisiones con rapidez y tardan en retractarse de sus planteamientos bien pensados. A la inversa, las personas que fracasan suelen ser lentas en decidirse y cambian de opinión con frecuencia. ¡Una vez tomada una decisión acertada, mantente firme en ella!
Ed ha pasado casi la mitad de su vida atado a un pulmón artificial y la otra mitad en una silla de ruedas. Con tantos problemas personales, desde luego no debe haber estado en situación de mejorar la calidad de vida de los demás. ¿O no?
Ed Roberts es la personificación del poder que tiene un único y comprometido momento de decisión. Fue el primer tetrapléjico en licenciarse de la Universidad de California, en Berkeley, y ocupó el puesto de director del Departamento de Rehabilitación Estatal de California. Defensor incansable de la gente con minusvalías, luchó por consolidar el derecho de todos al trabajo y fue promotor de muchas de las innovaciones que contribuyeron en la aplicación de esta ley.
No hay excusas. Toma hoy mismo tres decisiones que cambien tu estado de salud, tu carrera profesional, tus relaciones íntimas, tu vida ... y actúa en consecuencia.
¿Cómo hacer visible lo invisible? El primer paso consiste en definir tu sueño con precisión. El único límite que se te impone es el de tu capacidad de definir tu deseo con precisión. Empieza a concretar tus sueños ya y, a lo largo de los próximos días, traza un plan que garantice su realización.
Todos tenemos aspiraciones, lo sepamos o no. Sean cuales sean, ejercen un profundo efecto en nuestras vidas. Algunas de ellas, sin embargo, como la aspiración de poder pagar esas horribles facturas, carecen de toda inspiración. El secreto para desatar tus fuerzas es establecer objetivos interesantes que despierten tu creatividad y enciendan tu pasión.
Elige ahora mismo tus objetivos. Analiza a fondo todo lo que vale la pena para ti. Y elige el objetivo que más te inspire, el que te hará levantar te pronto por la mañana y acostarte tarde por la noche. Pon una fecha límite para su consecución y anota en una libreta por qué te es absolutamente necesario cumplir con esta fecha. ¿Es tu objetivo lo suficientemente importante para actuar como reto, hacerte trascender tus límites y descubrir tu verdadero potencial?
¿Has comprado, alguna vez, un nuevo traje o un nuevo coche para, acto seguido, empezar a ver este mismo modelo por todas partes? Evidentemente, siempre había estado allí. ¿Por qué no te habías fijado antes en él?
Sencillamente, una parte de tu cerebro es responsable de rechazar toda información que no sea esencial para tu éxito y supervivencia. Muchos de los datos que te pueden ayudar a realizar tus sueños pasan inadvertidos y jamás serán puestos en práctica porque no has definido tus objetivos con claridad (¡no le has dicho a tu cerebro cuáles son las cosas importantes!).
Cuando lo hagas, sin embargo, pondrás en marcha el Sistema Reticular Activado (RAS). Esta parte de tu cerebro se convierte en una especie de imán que atrae toda la información y las oportunidades que te ayudarán a realizar tus objetivos con rapidez. La activación de este poderoso «interruptor» neurológico puede transformar tu vida literalmente en cuestión de días o semanas.
miércoles, 30 de diciembre de 2009
CURSO DE AUTODEFENSA PSIQUICA: LECCION 2 "La agresión psiquica"
En nuestra lección anterior estuvimos repasando algunos conceptos afines al problema de las "agresiones psíquicas". Ya, en nuestro curso básico de A.P., que entiendo tendrán en su poder, he planteado algunas descripciones de las mismas en cuanto a su naturaleza, sintomatología y forma de combatirlas. También, la fundamentación, cuanto menos parapsicológica, que avala la presunción de existencia de las mismas.
Empero, siempre el primer punto al considerar la eventualidad de haber sido atacado de estas formas descriptas (y de otras que describiremos en próximas lecciones) debe ser el poder excluir cualquier otra razón o etiología para el problema. En efecto, en ciertos individuos, diríamos que con personalidades deficientes, existe una innata tendencia a ver "brujerías" por todas partes, y el simple accidente hogareño de apretarse el pulgar con una puerta o una baja en las ventas del negocio es, a sus ojos, más fácilmente atribuíble a algún "daño" que a otras causas dictadas por el sentido común: a fin de cuentas, el menos común de los sentidos.
No estoy tratando aquí de imponer un "principio de economía de hipótesis" (popularmente conocido como "navaja de Occam", por tratarse de un benedictino inglés, William de Occam, quien lo formulara allá por el siglo XIII) consistente - como sabemos dice el mismo- en apelar en primer lugar a las explicaciones más sencillas y, sólo para el caso que que éstas no agoten todas las manifestaciones a explicar, pasar a otras de mayor complejidad. Y digo que no apelaremos al respetable principio enunciado por el simple y perogrullesco hecho de que, en los terrenos fronterizos de la mente, ¿qué es, necesariamente y por fuerza de qué designio, más sencillo que otra cosa?. Uno puede pensar que los extraños golpeteos, cambios de temperatura y bultos que se menean en casas abandonadas, antes que tratarse de espíritus podrían remitirse, por imperio del principio de economía de hipótesis a una multitud de posibles explicaciones: chuscos dedicados a asustar al vecindario, humedad en los muebles, extrañas corrientes de aire de veleidoso desplazamiento... pero cuando lo complicado y "traído de los pelos" de estas "explicaciones" nos dicen que son casi forzadas a punta de pistola a encajar en los hechos, entonces la explicación de entidades inmateriales haciéndose notar resulta por fuerza de las circunstancias mucho más sencilla que ese sainete de razonamientos mecanicistas.
Lo que trato de decir es que la suposición de que una concatenación de fenómenos naturales es más sencillo que una aparición espiritual es sólo cuestiòn de perspectivas y paradigmas. A mí -aunque esto sea muy personal- siempre me pareció más sencillo (en el sentido de "menos complejo"), por caso, presumir la manifestación de un "paquete de memoria" (recuerden: tecnicismo que en Parapsicología reemplaza al vulgar "fantasma") que en una percepción disminuída multiplicada por psicosis colectiva entre un grupo de testigos de un "fuego de San Telmo" amplificado por la ionización coroidal de un toroide metálico asociado a la acción de personas desconocidas presumiblemente activando por control remoto un aparato de aire acondicionado en la vivienda" (juro que no miento: esta es la explicación que me dieron los escépticos de una popularizada manifestación "poltergeist" en la provincia donde resido).
Así que no se trata de hablar de "economía de hipótesis". Se trata de salvaguardar la propia estabilidad psíquica. Porque, amigos míos, sean conscientes, necesariamente conscientes, de algo importante: más allá de la fascinación y el interés que nos despierte el mundo de los fenómenos paranormales, en todo momento debemos ser cautos y objetivos, so pena de "infectarnos", psicológica o parapsicológicamente, de algunos de sus defectos.
En algún lugar he escrito que son más bien pocos los que se acercan a estas disciplinas por simple inquietud intelectual. El resto, una mayoría, lo hace dominado por tres pasiones: o se cree en posesión de algún don o misión particular, o necesita resolver urgentemente determinado problema, o quiere adquirir herramientas para imponer su voluntad sobre terceros. Es fácil, entonces, caer tanto v íctima de la manipulación del santón de turno como salir disparado al Parnaso de los que se creen elegidos. Una constante autoobservación, una buena de dosis de humor (hagamos las cosas con seriedad, no con solemnidad, pues ésta va de la mano de la rigidización y la fosilización de las formas y los pensamientos, y de allí al fanatismo el camino es muy corto) y un adecuado tiempo de reflexión antes de abrir la boca serán buenas medidas a tomar en cuenta.
En consecuencia, no podemos ser nosotros, que tratamos de aprender (para nosotros mismos y para nuestros seres queridos) formas de Autodefensa Psíquica, víctimas de lo que considero una de las peores enfermedades del espíritu humano: la excusitis. Una verdadera "infección del alma", que consiste en creer que siempre son "los demás" los responsables de nuestros problemas y desgracias. Nos quejamos del Gobierno, de la educación que me dio papá, de la sociedad, del barrio en que vivo... olvidando que el peor enemigo que enfrentamos en la vida es tan astuto, que nos distrae haciéndonos proyectar en otros nuestros males, mientras él yace oculto dentro de nosotros mismos. Quienes hayan leído mis reflexiones sobre La Sombra que anida en cada ser humano (y sobre la cual, sin duda, he de regresar) entenderán perfectamente a qué me refiero.
Todo esto apunta a señalar que en demasiadas ocasiones, cuando las cosas comienzan realmente a andar mal en la vida de uno, mucha gente sospecha de haber sido víctima de una agresión psíquica. Y es indudable -de no ser así, no tendrían razón de ser estas líneas- que en muchos casos puede serlo, pero no descuidemos atender que también existen concatenaciones de causas naturales para explicar las complicaciones que nos rodean. Más aún, la causa de nuestras desgracias bien puede seguir siendo espiritual, pero sin entrar necesariamente en el concepto de agresiones psíquicas: pésimas aspectaciones astrológicas o el propio Karma, por ejemplo, serían buenos ejemplos. Desde el punto de vista ocultista, verbigracia, una sucesión de problemas podría deberse, más que a una brujería, al imperio de la Ley de Serialidad.
Todos los eventos universales tienden a agruparse de acuerdo a su idéntica naturaleza.
La gente, por ejemplo, espontáneamente tiende a aglutinarse según idiosincrasias comunes y... ¿acaso ustedes no advirtieron que cuando algo en sus vidas cotidianas les sale bien, parece tener una "seguidilla" de aciertos y, por el contrario, después de un contratiempo parecen aglutinarse, a veces por varios días, novedades igualmente contrariantes?. Dicho de otra manera, los eventos favorables se agrupan en conjuntos favorables, y los eventos desfavorables lo hacen también en conjuntos desfavorables. Es en este contexto que se entiende con más precisión el sentido de disciplinas como el Tarot o la Astrología: tienden a orientar al ser humano hacia los conjuntos favorables o bien alejarlo de los desfavorables (y antes que me atosiguen con preguntas: sí, iremos, poco a poco, desarrollando estos conceptos también).
Así que es bueno saber dónde se encuentra uno psíquicamente parado. E importante - para aquellos que sean o proyecten ser parapsicólogos profesionales- al enfrentar la consulta de un caso de estas características. Porque, si nuestra formación psicologista es nula, ¿cómo distinguiremos a un enviado de lo Alto respecto de un esquizofrénico, a simple vista?.
Obviamente, este no es un curso sobre Psicología Clínica. Pero conviene tener en claro algunos conceptos.
Por caso, saber que existen tres grandes grupos de problemáticas psicológicas, ámbito en el cual preferentemente no se habla de "enfermedades" sino de "alteraciones" o "disociaciones" de la personalidad o la conducta. Esta elemental pero descriptiva clasificación nos da, tácitamente, una herramienta para reconocer cada tipología de problemática.
Neurosis: existe neurosis cuando el individuo padeciendo alguna alteración, es consciente de ella (se da cuenta que la tiene) y busca hacer algo (correcto o incorrecto, es un detalle) para subsanarla. Va al médico, se toma unos días de vacaciones, aporrea una bolsa en el gimnasio, empieza a gritar o a llorar volitivamente, acude a un psicólogo o patea al gato después de romper algunos jarrones... Ciertamente en mayor o menor medida, todos somos neuróticos: eso no es un problema. El problema es si procedemos correcta o incorrectamente para manejarlo.
Psicosis: En las psicosis el individuo afectado cree que él está bien, es sano, y que los locos son todos los demás. Es el típico: "Mire, yo vine porque me trajo mi mujer, pero es a ella a la que tendría que atender". Generalmente el psicótico es el único verdaderamente incurable, precisamente porque, si no quiere aceptar su problema, no acepta someterse a tratamiento alguno.
Los esquizofrénicos son esencialmente psicóticos: construyen sus propios andamiajes intelectuales para justificar desde sus visiones a sus manías persecutorias (es el caso de los paranoicos: siempre encuentran una conspiración -esencialmente contra ellos mismos- detrás de cada árbol) y, dueños de una extraña pero afinada lógica paralela (son espontáneamente muy inteligentes) nos explican por qué quienes realmente estamos en problemas somos todos los demás.
Psicopatías: El psicópata, en cambio, sabe perfectamente que lo que hace está mal, pero no puede hacer nada para detenerlo, para remediarlo. Es el individuo que le dice a su médico: "Yo sé que no está bien matar gente; pero ciertas noches tengo unos deseos irrefrenables de salir a matar ancianitas...". Compulsivo, no puede ordenarse no hacer lo que en otras circunstancias odiaría. El sádico sexual es psicópata; muchos de ellos se suicidan para obligarse a interrumpir su serie de crímenes, muchos otros, conviven con el dolor de no querer haber sido lo que fueron, para citar sus propias palabras. En ocasiones, el maníaco depresivo es psicópata: sabe que está mal deprimirse, pero no puede hacer nada por evitarlo. El suicida, tampoco quiere morir, pero, según su extraño juego psíquico, debe hacerlo.
Así que, en muchas ocasiones de nuestra práctica de campo, hemos de encontrarnos con individuos que están completamente convencidos de haber sido v íctimas de algún hechizo, establecen extrañas asociaciones entre hechos inconexos de su vida y, si no alimentamos esa creencia, seguramente se alejarán desilusionados de nosotros buscando no quien les diga la verdad, sino quien les diga que lo que ellos creen es lo correcto, lo cual es muy distinto. Estaremos entonces frente a individuos con rasgos paranoides, necesitados de asistencia especializada más que de protección metapsíquica.
También frecuentemente hemos de topar con personalidades histéricas (es un problema mayoritariamente femenino, si bien se han detectado algunos casos en hombres; precisamente, su nombre vienen del vocablo griego hysterion, que significa "vagina") necesitadas de llamar masivamente la atención sobre sus personas, generalmente como forma de compensación de sus carencias afectivas. Tales, estarán permanentemente "embrujadas" por tal o por cual, y por cada demonio que les exorcisemos nos asegurarán que una docena o más esperan a las puertas de sus casas.
Así que nuestra primera tarea será observar a nuestros pacientes a la búsqueda de actitudes paranoicas o histéricas: si tales aparecen, más vale proceder con cautela.
Sin duda, algún alumno se preguntará si, ante personas con tales problemáticas, no podemos hacer algo por ayudarlas. Y aunque parezca no tener conexión lógica, permítanme colocar en el mismo plano otra situación previsible: cuando se necesita ayudar psíquicamente a alguien que, por ignorancia, escepticismo o temor, no desea ser ayudado.
Para ambos casos, la pregunta puede ser: ¿igualmente, podemos hacer algo por ellos?.
Ante un psicótico, no dudaremos, si es que conocemos las técnicas, en tratar de llevarle un poco de paz. Pero no para los demás casos, aunque esto parezca violar flagrantemente las tendencias bondadosas de quien haga la pregunta. Y me explico.
Supongamos que una consultante habitual mía me pide "proteger" a distancia -lo que es perfectamente posible- a un hermano, pero, claro, sin que él lo sepa, porque, digamos "es muy raro". Si bien una lectura humana pero superficial me llevaría a entender que siendo mi fin noble y positivo podría intentarlo, una consideración más atenta implica ciertas precauciones.
Ese hombre eligió no aceptar, no interiorizarse, no creer -llámenlo como quieran- en "estas cosas". Es una elección: en una época globalizada como la que vivimos, nadie puede seriamente argüir no haber tenido de una u otra forma, acceso a la posibilidad de saber algo más sobre algún tema que le interese. Ergo, la persona que opta por no "creer" en la Parapsicología o la Autodefensa Psíquica ejecutó una elección. Y el don más grande que Dios le ha dado al ser humano es, precisamente, el libre albedrío. La capacidad de optar. De elegir entre el bien y el mal. Entre lo correcto y lo incorrecto. Entre aceptar ayuda o rechazarla. ¿Y quién soy yo para violar una disposición divina?. ¿Cómo puedo sensatamente creer que mis intentos pueden vulnerar impunemente una ley de Dios?. Por consiguiente, o no puedo hacerlo, o, ejecutando también yo mi libre albedrío, sí hacerlo, pero ateniéndome a las consecuencias. Insisto: no basta con que la intención sea buena; deben ser correctos los procedimientos porque -repitamos a coro- el camino del infierno está sembrado de buenas intenciones...
Así que a la hermana deseosa de ayudar secretamente a su pariente testarudo, deberé amablemente responderle que no, tratando de explicarle las razones. Tal vez las entienda, tal vez no. En cuyo caso, buscará otro especialista que sí, tal vez, ceda a sus ruegos. Y la buena intención, por atentar contra una emanación sefirótica de la Divinidad, trocará en una acción incorrecta. Y a ambos, autor intelectual y material, les toca -quizás sólo un poquitín- de deuda kármica.
Claro que el argumento de la violación del libre albedrío será despreciable para alguien que ponga en duda la existencia de Dios, sobre la cual se sustenta la teoría. Bien; Dios, Brhama o Consciencia Cósmica, dénle ustedes el nombre que deseen, no se trata sólo de fe y creencias, se trata también de evidencias -si se me permite la expresión- que, como reflejos distorsionados en un salón versaillesco, luego de rebotar sobre opacadas lunas nos sigue diciendo que allá afuera brilla la Verdad. Y sobre esas evidencias volveremos en próximas lecciones.
Agresiones Psíquicas no son solamente las originarias en grupos de práctica esotérica oscura, perturbaciones colaterales al desenvolvimiento de entidades espirituales varias o energías negativas pululando a nuestro alrededor. Agresiones Psíquicas nacen y se extienden dentro de los esquemas mentales ordinarios de nuestros grupos sociales.
Vivimos en un océano de energías. Somos, básicamente, energía organizada. Quizás ni siquiera eso sino más bien "información" en el sentido cibernético de la expresión. La distinción entre "cuerpo", "mente", "campo bioenergético", "cuerpo astral", "espíritu" y cuantas subdivisiones se discute y se seguirá discutiendo, es ilusoria. Grados distintos de organización de una única materia universal. Sólo si comprendemos, entonces, los Principios Fundamentales que los Antiguos nos han legado, advertiremos cómo la Autodefensa Psíquica no es un snobismo: es una necesidad. Porque de la lectura de las líneas que siguen, deviene la certeza de cuán natural y accesible le es al ser humano proteger o atacar, sanar o enfermar, construir o destruir mentalmente, sean con la mera obsesión, sea con un mechón de cabellos...
Empero, siempre el primer punto al considerar la eventualidad de haber sido atacado de estas formas descriptas (y de otras que describiremos en próximas lecciones) debe ser el poder excluir cualquier otra razón o etiología para el problema. En efecto, en ciertos individuos, diríamos que con personalidades deficientes, existe una innata tendencia a ver "brujerías" por todas partes, y el simple accidente hogareño de apretarse el pulgar con una puerta o una baja en las ventas del negocio es, a sus ojos, más fácilmente atribuíble a algún "daño" que a otras causas dictadas por el sentido común: a fin de cuentas, el menos común de los sentidos.
No estoy tratando aquí de imponer un "principio de economía de hipótesis" (popularmente conocido como "navaja de Occam", por tratarse de un benedictino inglés, William de Occam, quien lo formulara allá por el siglo XIII) consistente - como sabemos dice el mismo- en apelar en primer lugar a las explicaciones más sencillas y, sólo para el caso que que éstas no agoten todas las manifestaciones a explicar, pasar a otras de mayor complejidad. Y digo que no apelaremos al respetable principio enunciado por el simple y perogrullesco hecho de que, en los terrenos fronterizos de la mente, ¿qué es, necesariamente y por fuerza de qué designio, más sencillo que otra cosa?. Uno puede pensar que los extraños golpeteos, cambios de temperatura y bultos que se menean en casas abandonadas, antes que tratarse de espíritus podrían remitirse, por imperio del principio de economía de hipótesis a una multitud de posibles explicaciones: chuscos dedicados a asustar al vecindario, humedad en los muebles, extrañas corrientes de aire de veleidoso desplazamiento... pero cuando lo complicado y "traído de los pelos" de estas "explicaciones" nos dicen que son casi forzadas a punta de pistola a encajar en los hechos, entonces la explicación de entidades inmateriales haciéndose notar resulta por fuerza de las circunstancias mucho más sencilla que ese sainete de razonamientos mecanicistas.
Lo que trato de decir es que la suposición de que una concatenación de fenómenos naturales es más sencillo que una aparición espiritual es sólo cuestiòn de perspectivas y paradigmas. A mí -aunque esto sea muy personal- siempre me pareció más sencillo (en el sentido de "menos complejo"), por caso, presumir la manifestación de un "paquete de memoria" (recuerden: tecnicismo que en Parapsicología reemplaza al vulgar "fantasma") que en una percepción disminuída multiplicada por psicosis colectiva entre un grupo de testigos de un "fuego de San Telmo" amplificado por la ionización coroidal de un toroide metálico asociado a la acción de personas desconocidas presumiblemente activando por control remoto un aparato de aire acondicionado en la vivienda" (juro que no miento: esta es la explicación que me dieron los escépticos de una popularizada manifestación "poltergeist" en la provincia donde resido).
Así que no se trata de hablar de "economía de hipótesis". Se trata de salvaguardar la propia estabilidad psíquica. Porque, amigos míos, sean conscientes, necesariamente conscientes, de algo importante: más allá de la fascinación y el interés que nos despierte el mundo de los fenómenos paranormales, en todo momento debemos ser cautos y objetivos, so pena de "infectarnos", psicológica o parapsicológicamente, de algunos de sus defectos.
En algún lugar he escrito que son más bien pocos los que se acercan a estas disciplinas por simple inquietud intelectual. El resto, una mayoría, lo hace dominado por tres pasiones: o se cree en posesión de algún don o misión particular, o necesita resolver urgentemente determinado problema, o quiere adquirir herramientas para imponer su voluntad sobre terceros. Es fácil, entonces, caer tanto v íctima de la manipulación del santón de turno como salir disparado al Parnaso de los que se creen elegidos. Una constante autoobservación, una buena de dosis de humor (hagamos las cosas con seriedad, no con solemnidad, pues ésta va de la mano de la rigidización y la fosilización de las formas y los pensamientos, y de allí al fanatismo el camino es muy corto) y un adecuado tiempo de reflexión antes de abrir la boca serán buenas medidas a tomar en cuenta.
En consecuencia, no podemos ser nosotros, que tratamos de aprender (para nosotros mismos y para nuestros seres queridos) formas de Autodefensa Psíquica, víctimas de lo que considero una de las peores enfermedades del espíritu humano: la excusitis. Una verdadera "infección del alma", que consiste en creer que siempre son "los demás" los responsables de nuestros problemas y desgracias. Nos quejamos del Gobierno, de la educación que me dio papá, de la sociedad, del barrio en que vivo... olvidando que el peor enemigo que enfrentamos en la vida es tan astuto, que nos distrae haciéndonos proyectar en otros nuestros males, mientras él yace oculto dentro de nosotros mismos. Quienes hayan leído mis reflexiones sobre La Sombra que anida en cada ser humano (y sobre la cual, sin duda, he de regresar) entenderán perfectamente a qué me refiero.
Todo esto apunta a señalar que en demasiadas ocasiones, cuando las cosas comienzan realmente a andar mal en la vida de uno, mucha gente sospecha de haber sido víctima de una agresión psíquica. Y es indudable -de no ser así, no tendrían razón de ser estas líneas- que en muchos casos puede serlo, pero no descuidemos atender que también existen concatenaciones de causas naturales para explicar las complicaciones que nos rodean. Más aún, la causa de nuestras desgracias bien puede seguir siendo espiritual, pero sin entrar necesariamente en el concepto de agresiones psíquicas: pésimas aspectaciones astrológicas o el propio Karma, por ejemplo, serían buenos ejemplos. Desde el punto de vista ocultista, verbigracia, una sucesión de problemas podría deberse, más que a una brujería, al imperio de la Ley de Serialidad.
Todos los eventos universales tienden a agruparse de acuerdo a su idéntica naturaleza.
La gente, por ejemplo, espontáneamente tiende a aglutinarse según idiosincrasias comunes y... ¿acaso ustedes no advirtieron que cuando algo en sus vidas cotidianas les sale bien, parece tener una "seguidilla" de aciertos y, por el contrario, después de un contratiempo parecen aglutinarse, a veces por varios días, novedades igualmente contrariantes?. Dicho de otra manera, los eventos favorables se agrupan en conjuntos favorables, y los eventos desfavorables lo hacen también en conjuntos desfavorables. Es en este contexto que se entiende con más precisión el sentido de disciplinas como el Tarot o la Astrología: tienden a orientar al ser humano hacia los conjuntos favorables o bien alejarlo de los desfavorables (y antes que me atosiguen con preguntas: sí, iremos, poco a poco, desarrollando estos conceptos también).
Así que es bueno saber dónde se encuentra uno psíquicamente parado. E importante - para aquellos que sean o proyecten ser parapsicólogos profesionales- al enfrentar la consulta de un caso de estas características. Porque, si nuestra formación psicologista es nula, ¿cómo distinguiremos a un enviado de lo Alto respecto de un esquizofrénico, a simple vista?.
Obviamente, este no es un curso sobre Psicología Clínica. Pero conviene tener en claro algunos conceptos.
Por caso, saber que existen tres grandes grupos de problemáticas psicológicas, ámbito en el cual preferentemente no se habla de "enfermedades" sino de "alteraciones" o "disociaciones" de la personalidad o la conducta. Esta elemental pero descriptiva clasificación nos da, tácitamente, una herramienta para reconocer cada tipología de problemática.
Neurosis: existe neurosis cuando el individuo padeciendo alguna alteración, es consciente de ella (se da cuenta que la tiene) y busca hacer algo (correcto o incorrecto, es un detalle) para subsanarla. Va al médico, se toma unos días de vacaciones, aporrea una bolsa en el gimnasio, empieza a gritar o a llorar volitivamente, acude a un psicólogo o patea al gato después de romper algunos jarrones... Ciertamente en mayor o menor medida, todos somos neuróticos: eso no es un problema. El problema es si procedemos correcta o incorrectamente para manejarlo.
Psicosis: En las psicosis el individuo afectado cree que él está bien, es sano, y que los locos son todos los demás. Es el típico: "Mire, yo vine porque me trajo mi mujer, pero es a ella a la que tendría que atender". Generalmente el psicótico es el único verdaderamente incurable, precisamente porque, si no quiere aceptar su problema, no acepta someterse a tratamiento alguno.
Los esquizofrénicos son esencialmente psicóticos: construyen sus propios andamiajes intelectuales para justificar desde sus visiones a sus manías persecutorias (es el caso de los paranoicos: siempre encuentran una conspiración -esencialmente contra ellos mismos- detrás de cada árbol) y, dueños de una extraña pero afinada lógica paralela (son espontáneamente muy inteligentes) nos explican por qué quienes realmente estamos en problemas somos todos los demás.
Psicopatías: El psicópata, en cambio, sabe perfectamente que lo que hace está mal, pero no puede hacer nada para detenerlo, para remediarlo. Es el individuo que le dice a su médico: "Yo sé que no está bien matar gente; pero ciertas noches tengo unos deseos irrefrenables de salir a matar ancianitas...". Compulsivo, no puede ordenarse no hacer lo que en otras circunstancias odiaría. El sádico sexual es psicópata; muchos de ellos se suicidan para obligarse a interrumpir su serie de crímenes, muchos otros, conviven con el dolor de no querer haber sido lo que fueron, para citar sus propias palabras. En ocasiones, el maníaco depresivo es psicópata: sabe que está mal deprimirse, pero no puede hacer nada por evitarlo. El suicida, tampoco quiere morir, pero, según su extraño juego psíquico, debe hacerlo.
Así que, en muchas ocasiones de nuestra práctica de campo, hemos de encontrarnos con individuos que están completamente convencidos de haber sido v íctimas de algún hechizo, establecen extrañas asociaciones entre hechos inconexos de su vida y, si no alimentamos esa creencia, seguramente se alejarán desilusionados de nosotros buscando no quien les diga la verdad, sino quien les diga que lo que ellos creen es lo correcto, lo cual es muy distinto. Estaremos entonces frente a individuos con rasgos paranoides, necesitados de asistencia especializada más que de protección metapsíquica.
También frecuentemente hemos de topar con personalidades histéricas (es un problema mayoritariamente femenino, si bien se han detectado algunos casos en hombres; precisamente, su nombre vienen del vocablo griego hysterion, que significa "vagina") necesitadas de llamar masivamente la atención sobre sus personas, generalmente como forma de compensación de sus carencias afectivas. Tales, estarán permanentemente "embrujadas" por tal o por cual, y por cada demonio que les exorcisemos nos asegurarán que una docena o más esperan a las puertas de sus casas.
Así que nuestra primera tarea será observar a nuestros pacientes a la búsqueda de actitudes paranoicas o histéricas: si tales aparecen, más vale proceder con cautela.
Sin duda, algún alumno se preguntará si, ante personas con tales problemáticas, no podemos hacer algo por ayudarlas. Y aunque parezca no tener conexión lógica, permítanme colocar en el mismo plano otra situación previsible: cuando se necesita ayudar psíquicamente a alguien que, por ignorancia, escepticismo o temor, no desea ser ayudado.
Para ambos casos, la pregunta puede ser: ¿igualmente, podemos hacer algo por ellos?.
Ante un psicótico, no dudaremos, si es que conocemos las técnicas, en tratar de llevarle un poco de paz. Pero no para los demás casos, aunque esto parezca violar flagrantemente las tendencias bondadosas de quien haga la pregunta. Y me explico.
Supongamos que una consultante habitual mía me pide "proteger" a distancia -lo que es perfectamente posible- a un hermano, pero, claro, sin que él lo sepa, porque, digamos "es muy raro". Si bien una lectura humana pero superficial me llevaría a entender que siendo mi fin noble y positivo podría intentarlo, una consideración más atenta implica ciertas precauciones.
Ese hombre eligió no aceptar, no interiorizarse, no creer -llámenlo como quieran- en "estas cosas". Es una elección: en una época globalizada como la que vivimos, nadie puede seriamente argüir no haber tenido de una u otra forma, acceso a la posibilidad de saber algo más sobre algún tema que le interese. Ergo, la persona que opta por no "creer" en la Parapsicología o la Autodefensa Psíquica ejecutó una elección. Y el don más grande que Dios le ha dado al ser humano es, precisamente, el libre albedrío. La capacidad de optar. De elegir entre el bien y el mal. Entre lo correcto y lo incorrecto. Entre aceptar ayuda o rechazarla. ¿Y quién soy yo para violar una disposición divina?. ¿Cómo puedo sensatamente creer que mis intentos pueden vulnerar impunemente una ley de Dios?. Por consiguiente, o no puedo hacerlo, o, ejecutando también yo mi libre albedrío, sí hacerlo, pero ateniéndome a las consecuencias. Insisto: no basta con que la intención sea buena; deben ser correctos los procedimientos porque -repitamos a coro- el camino del infierno está sembrado de buenas intenciones...
Así que a la hermana deseosa de ayudar secretamente a su pariente testarudo, deberé amablemente responderle que no, tratando de explicarle las razones. Tal vez las entienda, tal vez no. En cuyo caso, buscará otro especialista que sí, tal vez, ceda a sus ruegos. Y la buena intención, por atentar contra una emanación sefirótica de la Divinidad, trocará en una acción incorrecta. Y a ambos, autor intelectual y material, les toca -quizás sólo un poquitín- de deuda kármica.
Claro que el argumento de la violación del libre albedrío será despreciable para alguien que ponga en duda la existencia de Dios, sobre la cual se sustenta la teoría. Bien; Dios, Brhama o Consciencia Cósmica, dénle ustedes el nombre que deseen, no se trata sólo de fe y creencias, se trata también de evidencias -si se me permite la expresión- que, como reflejos distorsionados en un salón versaillesco, luego de rebotar sobre opacadas lunas nos sigue diciendo que allá afuera brilla la Verdad. Y sobre esas evidencias volveremos en próximas lecciones.
Agresiones Psíquicas no son solamente las originarias en grupos de práctica esotérica oscura, perturbaciones colaterales al desenvolvimiento de entidades espirituales varias o energías negativas pululando a nuestro alrededor. Agresiones Psíquicas nacen y se extienden dentro de los esquemas mentales ordinarios de nuestros grupos sociales.
Vivimos en un océano de energías. Somos, básicamente, energía organizada. Quizás ni siquiera eso sino más bien "información" en el sentido cibernético de la expresión. La distinción entre "cuerpo", "mente", "campo bioenergético", "cuerpo astral", "espíritu" y cuantas subdivisiones se discute y se seguirá discutiendo, es ilusoria. Grados distintos de organización de una única materia universal. Sólo si comprendemos, entonces, los Principios Fundamentales que los Antiguos nos han legado, advertiremos cómo la Autodefensa Psíquica no es un snobismo: es una necesidad. Porque de la lectura de las líneas que siguen, deviene la certeza de cuán natural y accesible le es al ser humano proteger o atacar, sanar o enfermar, construir o destruir mentalmente, sean con la mera obsesión, sea con un mechón de cabellos...
CURSO DE AUTODEFENSA PSIQUICA: LECCION 1 "Existen los hechizos"
Resulta tragicómico observar que colegas parapsicólogos de la m ás variopinta extracción, generalmente de posiciones encontradas en cuanto a su apreciaci ón sobre aspectos si se quiere generales de estas disciplinas, parecen reaccionar com únmente cuando, en cualquier conferencia o reuni ón de interesados, alguien del público hace la pregunta "maldita": ¿Existe el "daño"?.
Y al hablar de daño, uno no puede dejar de pensar en los innumerables sinónimos con que se le conoce: hechizo, maleficio, brujería, "payé, "gualicho", trabajo, atadura, mal... Todos términos populares que podríamos reducir en el de "ataque psíquico", definible como la posibilidad que, consciente (ya sea a trav és de un "ritual " o técnica especí fica) o inconscientemente y movilizando energías psíquicas, se ocasione perturbaciones de cualquier índole (fí sicas, psíquicas, espirituales, emocionales, sociales, afectivas, econ ómicas) a un individuo o grupo de individuos.
Ciertamente, en la actualidad puede parecer poco "serio" hablar de "agresiones ps íquicas". Empero, un simple -y terrible- razonamiento nos llevará a advertir que la cuestión no es tan sencilla de refutar y que puede fundamentarse cientí ficamente.
Hoy en día, nadie niega en los ámbitos académicos vinculados a la Parapsicología la concreta existencia de dos específicos fen ómenos paranormales: la telekinesia y la telepat ía.
De la primera, recordemos que se define como "el movimiento de objetos inanimados por acción de la mente". La telekinesia tiene, adem ás, dos aspectos particulares: uno conocido como psicokinesis (en los diccionarios figura como "acción de la psiquis sobre sistemas físicos en evolución" y, para que esto sea m ás entendible, citemos como ejemplos de psicokinesis: alterar la disposici ón con que cae un grupo de dados sobre una mesa, o aquella situaci ón que cualquiera puede experimentar en casa, de tomar dos plantas iguales y dedicar diez minutos diarios de atención y afecto a una, pero ignorar a la otra, observándose al cabo de un par de semanas que la primera se desarrollará algo así como un sesenta por ciento m ás que la "abandonada"), y otro como hiloclastia (rotura paranormal de objetos: un foco de luz que estalla acompañando el estallido de ira -o su represi ón- de un adolescente). Estadística y experimentalmente, todos estos fenómenos son parte del "hábeas" académico respetado hoy en día.
Ahora bien. Supongamos que una persona idónea en psicokinesis (voluntaria o involuntariamente, consciente o inconscientemente), así como provoca artificialmente una multiplicaci ón en el crecimiento de una planta, puede provocar una multiplicaci ón, anormal y descontrolada, en el tejido celular de un órgano específico, ¿no estaríamos en presencia de un carcinoma, una forma de cáncer, al que eufem í sticamente podemos con toda corrección denominar como un "crecimiento anormal y descontrolado de células"?.
¿Y qué ocurriría si, contando con motivos para dirigir su odio, descargara esa energía "hilocl ásticamente" sobre el cerebro de otra persona, provocando la rotura de una arteria?. ¿No moriría la misma por ese aneurisma?.
Y en el campo del "daño" sembrado voluntariamente, la repetici ón de un ritual (sea éste ocultista, o una maldici ón gitana, o una oración pseudorreligiosa, en fin, cualquier intenci ón mental cuantitativa y cualitativamente fuerte y sostenida), ¿no podría llevar a que una pulsi ón negativa sea "sembrada" en el área mental de otro individuo, impulsándolo a acciones erróneas?. Pongamos un ejemplo: si yo pienso repetida e intensamente en que "X se pelee con Z", la emoción transferida ("odio a Z") puede, telepáticamente, "ensuciar" los verdaderos sentimientos y pensamientos de "X" quien, al encontrarse con "Z", y al sentir odio dentro de sí contra éste puede peligrosamente interpretar que ese odio es real, propio, justificado, y en consecuencia llevarlo al conflicto.
En resumen, si un individuo puede mover telekinéticamente un objeto, destruirlo o alterarlo en su naturaleza o comportamiento, también puede intervenir en el metabolismo de otro sujeto, alter ándolo (perturbándolo así físicamente) o bien, por acción telepática, distorsionar su percepción de la realidad (endógena y exógena), desequilibrándolo en las dem ás áreas. Y convengamos en algo: reconocer la realidad de la telepatía, la telekinesis y sus variantes y empecinarse en no aplicar sus eventuales consecuencias sobre la vida humana como sustrato fenomenológico de los "hechizos", responde más a personales prejuicios o anteojeras intelectuales que a una imposibilidad material.
Esas técnicas agresivas dependen m ás de la intensidad con que son ejecutadas (por ser las emociones no solamente el factor primitivo de la psiquis m ás poderoso sino también movilizadores naturales de poderosas fuerzas energ éticas) que de lo ritual í stico o litúrgico en sí: un "brujo" que clave agujas en serie en una cadena de mu ñecos tendrá, seguramente, menos éxito que aqu él que, tal vez haci éndolo por primera vez, concentra toda su atenci ón para no incurrir en errores y con ello, no sólo sus emociones, sino tambi én su potenciallidad parapsicol ógica. Siguiendo esta corriente de pensamiento, hasta la simple, dominante y cotidiana "envidia" es una forma velada de ataque psíquico.
En consecuencia, todas las técnicas defensivas deberán acusar la misma correspondencia: no solamente repetir la técnica en sí (como enseñamos en nuestros cursos sobre "Autodefensa Psí quica") sino poner en la misma toda la "fuerza interior" posible. Sintéticamente diremos que, siempre, la mejor defensa mental será lo que en Control Mental Oriental se denomina densificación del pensamiento. Y una buena dosis de sensatez: despu és de todo, no son brujas todas (o todos) los que dicen serlo.
Y al hablar de daño, uno no puede dejar de pensar en los innumerables sinónimos con que se le conoce: hechizo, maleficio, brujería, "payé, "gualicho", trabajo, atadura, mal... Todos términos populares que podríamos reducir en el de "ataque psíquico", definible como la posibilidad que, consciente (ya sea a trav és de un "ritual " o técnica especí fica) o inconscientemente y movilizando energías psíquicas, se ocasione perturbaciones de cualquier índole (fí sicas, psíquicas, espirituales, emocionales, sociales, afectivas, econ ómicas) a un individuo o grupo de individuos.
Ciertamente, en la actualidad puede parecer poco "serio" hablar de "agresiones ps íquicas". Empero, un simple -y terrible- razonamiento nos llevará a advertir que la cuestión no es tan sencilla de refutar y que puede fundamentarse cientí ficamente.
Hoy en día, nadie niega en los ámbitos académicos vinculados a la Parapsicología la concreta existencia de dos específicos fen ómenos paranormales: la telekinesia y la telepat ía.
De la primera, recordemos que se define como "el movimiento de objetos inanimados por acción de la mente". La telekinesia tiene, adem ás, dos aspectos particulares: uno conocido como psicokinesis (en los diccionarios figura como "acción de la psiquis sobre sistemas físicos en evolución" y, para que esto sea m ás entendible, citemos como ejemplos de psicokinesis: alterar la disposici ón con que cae un grupo de dados sobre una mesa, o aquella situaci ón que cualquiera puede experimentar en casa, de tomar dos plantas iguales y dedicar diez minutos diarios de atención y afecto a una, pero ignorar a la otra, observándose al cabo de un par de semanas que la primera se desarrollará algo así como un sesenta por ciento m ás que la "abandonada"), y otro como hiloclastia (rotura paranormal de objetos: un foco de luz que estalla acompañando el estallido de ira -o su represi ón- de un adolescente). Estadística y experimentalmente, todos estos fenómenos son parte del "hábeas" académico respetado hoy en día.
Ahora bien. Supongamos que una persona idónea en psicokinesis (voluntaria o involuntariamente, consciente o inconscientemente), así como provoca artificialmente una multiplicaci ón en el crecimiento de una planta, puede provocar una multiplicaci ón, anormal y descontrolada, en el tejido celular de un órgano específico, ¿no estaríamos en presencia de un carcinoma, una forma de cáncer, al que eufem í sticamente podemos con toda corrección denominar como un "crecimiento anormal y descontrolado de células"?.
¿Y qué ocurriría si, contando con motivos para dirigir su odio, descargara esa energía "hilocl ásticamente" sobre el cerebro de otra persona, provocando la rotura de una arteria?. ¿No moriría la misma por ese aneurisma?.
Y en el campo del "daño" sembrado voluntariamente, la repetici ón de un ritual (sea éste ocultista, o una maldici ón gitana, o una oración pseudorreligiosa, en fin, cualquier intenci ón mental cuantitativa y cualitativamente fuerte y sostenida), ¿no podría llevar a que una pulsi ón negativa sea "sembrada" en el área mental de otro individuo, impulsándolo a acciones erróneas?. Pongamos un ejemplo: si yo pienso repetida e intensamente en que "X se pelee con Z", la emoción transferida ("odio a Z") puede, telepáticamente, "ensuciar" los verdaderos sentimientos y pensamientos de "X" quien, al encontrarse con "Z", y al sentir odio dentro de sí contra éste puede peligrosamente interpretar que ese odio es real, propio, justificado, y en consecuencia llevarlo al conflicto.
En resumen, si un individuo puede mover telekinéticamente un objeto, destruirlo o alterarlo en su naturaleza o comportamiento, también puede intervenir en el metabolismo de otro sujeto, alter ándolo (perturbándolo así físicamente) o bien, por acción telepática, distorsionar su percepción de la realidad (endógena y exógena), desequilibrándolo en las dem ás áreas. Y convengamos en algo: reconocer la realidad de la telepatía, la telekinesis y sus variantes y empecinarse en no aplicar sus eventuales consecuencias sobre la vida humana como sustrato fenomenológico de los "hechizos", responde más a personales prejuicios o anteojeras intelectuales que a una imposibilidad material.
Esas técnicas agresivas dependen m ás de la intensidad con que son ejecutadas (por ser las emociones no solamente el factor primitivo de la psiquis m ás poderoso sino también movilizadores naturales de poderosas fuerzas energ éticas) que de lo ritual í stico o litúrgico en sí: un "brujo" que clave agujas en serie en una cadena de mu ñecos tendrá, seguramente, menos éxito que aqu él que, tal vez haci éndolo por primera vez, concentra toda su atenci ón para no incurrir en errores y con ello, no sólo sus emociones, sino tambi én su potenciallidad parapsicol ógica. Siguiendo esta corriente de pensamiento, hasta la simple, dominante y cotidiana "envidia" es una forma velada de ataque psíquico.
En consecuencia, todas las técnicas defensivas deberán acusar la misma correspondencia: no solamente repetir la técnica en sí (como enseñamos en nuestros cursos sobre "Autodefensa Psí quica") sino poner en la misma toda la "fuerza interior" posible. Sintéticamente diremos que, siempre, la mejor defensa mental será lo que en Control Mental Oriental se denomina densificación del pensamiento. Y una buena dosis de sensatez: despu és de todo, no son brujas todas (o todos) los que dicen serlo.
CURSO DE AUTODEFENSA PSIQUICA: El porqué de este curso
Soy absolutamente conciente de que el mero hecho de escribir una serie de textos sobre lo que entiendo como "Autodefensa Psíquica" (si lecciones para un aula virtual o artí culos para revistas especializadas es apenas anecdótico) puede generar las más variadas como desconcertantes reacciones: desde quienes supongan haber encontrado la respuesta a todos sus dramas cotidianos, hasta las de quienes mirarán con desconfianza aquello que considerarán una extrapolaci ón de la superstici ón. Empero, dedicado desde hace casi veinte años a la docencia, investigaci ón y práctica parapsicol ógica, no puedo soslayar lo que, a mi modesto saber y entender, constituye una de las aristas fundamentales en la problem ática del hombre y la mujer contemporáneos: las agresiones psíquicas. Este término bien podrí a reemplazar (y englobar) a una amplia gama de circunstancias propiciatorias de perturbaci ón mental, desde la "envidia" cotidiana hasta lo que, vulgarmente, suele llamarse "maldici ón", "daño", "hechizo", "maleficio". Es decir, m ás allá de los procesos autosaboteantes, autoboicoteantes de la naturaleza humana, de la Sombra que anida en todos y cada uno de nosotros (la que tambi én analizaremos) debemos asumir que nos movemos en un océano de energ ías de donde muchos de los bemoles que padecemos dí a a día pueden ser consecuencia de la direccionalidad de los pensamientos emanados, consciente o inconscientemente, por nuestros congéneres.
El adecuado desarrollo de estas lecciones, empero, necesita partir de ciertos presupuestos básicos.
Enti éndase bien: no porque esta exigencia demande un "acto de fe", sino porque, si bien a lo largo del tiempo iremos cuando quepa desarrollando las evidencias que avalen ciertos conceptos aquí vertidos, es necesario, si de progresar en este sendero se trata, partir de un lenguaje com ún. De lo que estoy hablando es que si, valga por caso, un escéptico racionalista ocioso desea sumarse a esta aula virtual, polemizando con su propio -y respetable- punto de vista, ello no sólo nos apartaría de la raz ón de ser por la que este espacio fue creado, sino que incomodaría a quienes con sus también respetables opiniones se sumaron con el objetivo de avanzar en una determinada vía de conocimiento. De aceptarse tal eclecticismo, todos nos veríamos perjudicados: los alumnos no avanzarían al ritmo que seguramente desean en la sucesi ón de lecciones, yo no podrí a explayarme en la materia porque tendrí a que dispersar tiempo y energí as en refutar a mi amable contendiente, y el escéptico racionalista no sólo no nos harí a cambiar de opini ón sino que tampoco mudaría él sus aferrados puntos de vista. Salvo honrosas excepciones históricas, no conozco una sola persona que, positiva o negativamente vuelta hacia estas tem áticas, haya cambiado de postura a partir de una discusión intelectual. Tengo (mis allegados lo saben bien) un largo pasado de polemista, gráfico, radial y televisivo, pero a esta altura de la vida he descubierto que la pol émica de nada sirve. En ella, cada una de las partes, quiz ás involuntariamente, sólo trata de lucirse m ás, resultar m ás convincente, brillante, ocurrente o magn ético, de donde el fondo argumental -lo que debería ser la esencia de todo disenso- queda eclipsado en los pasos de baile medi áticos de dos gallos de ri ña intelectuales esforz ándose por ganarse el favor del público. En las pol émicas no gana la Verdad: sólo quien tenga mejor manejo de escenario.
Nada me molestarí a m ás que este enunciado de principios sea tomado como un acto de censura. Simplemente, si queremos avanzar en algo, debemos ceñirnos a cierta rutina de trabajo. Me parecería sumamente constructivo que mis alumnos aporten sus puntos de vista, aun opuestos a los m í os, pero basados en la misma idiosincrasia que aquí nos nuclea.
Esa enunciación de principios parte de la aceptaci ón de una amplia gama de fenomenología parapsicol ógica. De la posibilidad de que, consciente o inconscientemente, ciertas personas puedan valerse de parte de esa misma fenomenolog ía para accionar sobre terceros (sin duda también positivamente; pero a los efectos de este curso, obviamente nos interesa considerar y prevenir su aspecto negativo). De la existencia de diversos planos de realidad o manifestaci ón de la Vida en el Universo. De la presencia e influencia de entidades no f ísicas, espirituales, entre y sobre nosotros. De la capacidad casi ilimitada de la mente. De la supervivencia a la muerte.
Sin duda, algunos podrán señalar que muchas de mis afirmaciones son sólo "suposiciones", y en forma alguna están probadas. Ocurre que soy un convencido de que una "prueba" no tiene valor por sí misma, excepto dentro del marco teórico o de creencias en la que concurre. Lo que yo empleo como "prueba" de una afirmaci ón m ía bien puede ser considerada "prueba" de una postura contraria.
O, para decirlo mejor, tal vez las pruebas que aportemos no correspondan al tipo de pruebas que la mentalidad científica dominante hoy en día exige. Tal vez. Pero, como dije antes -y sin que esto sea interpretado, espero, como una expresi ón de pedante soberbia- la raz ón de ser de este curso virtual no es conformar a la mentalidad científica, sino ayudar a la gente.
El adecuado desarrollo de estas lecciones, empero, necesita partir de ciertos presupuestos básicos.
Enti éndase bien: no porque esta exigencia demande un "acto de fe", sino porque, si bien a lo largo del tiempo iremos cuando quepa desarrollando las evidencias que avalen ciertos conceptos aquí vertidos, es necesario, si de progresar en este sendero se trata, partir de un lenguaje com ún. De lo que estoy hablando es que si, valga por caso, un escéptico racionalista ocioso desea sumarse a esta aula virtual, polemizando con su propio -y respetable- punto de vista, ello no sólo nos apartaría de la raz ón de ser por la que este espacio fue creado, sino que incomodaría a quienes con sus también respetables opiniones se sumaron con el objetivo de avanzar en una determinada vía de conocimiento. De aceptarse tal eclecticismo, todos nos veríamos perjudicados: los alumnos no avanzarían al ritmo que seguramente desean en la sucesi ón de lecciones, yo no podrí a explayarme en la materia porque tendrí a que dispersar tiempo y energí as en refutar a mi amable contendiente, y el escéptico racionalista no sólo no nos harí a cambiar de opini ón sino que tampoco mudaría él sus aferrados puntos de vista. Salvo honrosas excepciones históricas, no conozco una sola persona que, positiva o negativamente vuelta hacia estas tem áticas, haya cambiado de postura a partir de una discusión intelectual. Tengo (mis allegados lo saben bien) un largo pasado de polemista, gráfico, radial y televisivo, pero a esta altura de la vida he descubierto que la pol émica de nada sirve. En ella, cada una de las partes, quiz ás involuntariamente, sólo trata de lucirse m ás, resultar m ás convincente, brillante, ocurrente o magn ético, de donde el fondo argumental -lo que debería ser la esencia de todo disenso- queda eclipsado en los pasos de baile medi áticos de dos gallos de ri ña intelectuales esforz ándose por ganarse el favor del público. En las pol émicas no gana la Verdad: sólo quien tenga mejor manejo de escenario.
Nada me molestarí a m ás que este enunciado de principios sea tomado como un acto de censura. Simplemente, si queremos avanzar en algo, debemos ceñirnos a cierta rutina de trabajo. Me parecería sumamente constructivo que mis alumnos aporten sus puntos de vista, aun opuestos a los m í os, pero basados en la misma idiosincrasia que aquí nos nuclea.
Esa enunciación de principios parte de la aceptaci ón de una amplia gama de fenomenología parapsicol ógica. De la posibilidad de que, consciente o inconscientemente, ciertas personas puedan valerse de parte de esa misma fenomenolog ía para accionar sobre terceros (sin duda también positivamente; pero a los efectos de este curso, obviamente nos interesa considerar y prevenir su aspecto negativo). De la existencia de diversos planos de realidad o manifestaci ón de la Vida en el Universo. De la presencia e influencia de entidades no f ísicas, espirituales, entre y sobre nosotros. De la capacidad casi ilimitada de la mente. De la supervivencia a la muerte.
Sin duda, algunos podrán señalar que muchas de mis afirmaciones son sólo "suposiciones", y en forma alguna están probadas. Ocurre que soy un convencido de que una "prueba" no tiene valor por sí misma, excepto dentro del marco teórico o de creencias en la que concurre. Lo que yo empleo como "prueba" de una afirmaci ón m ía bien puede ser considerada "prueba" de una postura contraria.
O, para decirlo mejor, tal vez las pruebas que aportemos no correspondan al tipo de pruebas que la mentalidad científica dominante hoy en día exige. Tal vez. Pero, como dije antes -y sin que esto sea interpretado, espero, como una expresi ón de pedante soberbia- la raz ón de ser de este curso virtual no es conformar a la mentalidad científica, sino ayudar a la gente.
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