Soy absolutamente conciente de que el mero hecho de escribir una serie de textos sobre lo que entiendo como "Autodefensa Psíquica" (si lecciones para un aula virtual o artí culos para revistas especializadas es apenas anecdótico) puede generar las más variadas como desconcertantes reacciones: desde quienes supongan haber encontrado la respuesta a todos sus dramas cotidianos, hasta las de quienes mirarán con desconfianza aquello que considerarán una extrapolaci ón de la superstici ón. Empero, dedicado desde hace casi veinte años a la docencia, investigaci ón y práctica parapsicol ógica, no puedo soslayar lo que, a mi modesto saber y entender, constituye una de las aristas fundamentales en la problem ática del hombre y la mujer contemporáneos: las agresiones psíquicas. Este término bien podrí a reemplazar (y englobar) a una amplia gama de circunstancias propiciatorias de perturbaci ón mental, desde la "envidia" cotidiana hasta lo que, vulgarmente, suele llamarse "maldici ón", "daño", "hechizo", "maleficio". Es decir, m ás allá de los procesos autosaboteantes, autoboicoteantes de la naturaleza humana, de la Sombra que anida en todos y cada uno de nosotros (la que tambi én analizaremos) debemos asumir que nos movemos en un océano de energ ías de donde muchos de los bemoles que padecemos dí a a día pueden ser consecuencia de la direccionalidad de los pensamientos emanados, consciente o inconscientemente, por nuestros congéneres.
El adecuado desarrollo de estas lecciones, empero, necesita partir de ciertos presupuestos básicos.
Enti éndase bien: no porque esta exigencia demande un "acto de fe", sino porque, si bien a lo largo del tiempo iremos cuando quepa desarrollando las evidencias que avalen ciertos conceptos aquí vertidos, es necesario, si de progresar en este sendero se trata, partir de un lenguaje com ún. De lo que estoy hablando es que si, valga por caso, un escéptico racionalista ocioso desea sumarse a esta aula virtual, polemizando con su propio -y respetable- punto de vista, ello no sólo nos apartaría de la raz ón de ser por la que este espacio fue creado, sino que incomodaría a quienes con sus también respetables opiniones se sumaron con el objetivo de avanzar en una determinada vía de conocimiento. De aceptarse tal eclecticismo, todos nos veríamos perjudicados: los alumnos no avanzarían al ritmo que seguramente desean en la sucesi ón de lecciones, yo no podrí a explayarme en la materia porque tendrí a que dispersar tiempo y energí as en refutar a mi amable contendiente, y el escéptico racionalista no sólo no nos harí a cambiar de opini ón sino que tampoco mudaría él sus aferrados puntos de vista. Salvo honrosas excepciones históricas, no conozco una sola persona que, positiva o negativamente vuelta hacia estas tem áticas, haya cambiado de postura a partir de una discusión intelectual. Tengo (mis allegados lo saben bien) un largo pasado de polemista, gráfico, radial y televisivo, pero a esta altura de la vida he descubierto que la pol émica de nada sirve. En ella, cada una de las partes, quiz ás involuntariamente, sólo trata de lucirse m ás, resultar m ás convincente, brillante, ocurrente o magn ético, de donde el fondo argumental -lo que debería ser la esencia de todo disenso- queda eclipsado en los pasos de baile medi áticos de dos gallos de ri ña intelectuales esforz ándose por ganarse el favor del público. En las pol émicas no gana la Verdad: sólo quien tenga mejor manejo de escenario.
Nada me molestarí a m ás que este enunciado de principios sea tomado como un acto de censura. Simplemente, si queremos avanzar en algo, debemos ceñirnos a cierta rutina de trabajo. Me parecería sumamente constructivo que mis alumnos aporten sus puntos de vista, aun opuestos a los m í os, pero basados en la misma idiosincrasia que aquí nos nuclea.
Esa enunciación de principios parte de la aceptaci ón de una amplia gama de fenomenología parapsicol ógica. De la posibilidad de que, consciente o inconscientemente, ciertas personas puedan valerse de parte de esa misma fenomenolog ía para accionar sobre terceros (sin duda también positivamente; pero a los efectos de este curso, obviamente nos interesa considerar y prevenir su aspecto negativo). De la existencia de diversos planos de realidad o manifestaci ón de la Vida en el Universo. De la presencia e influencia de entidades no f ísicas, espirituales, entre y sobre nosotros. De la capacidad casi ilimitada de la mente. De la supervivencia a la muerte.
Sin duda, algunos podrán señalar que muchas de mis afirmaciones son sólo "suposiciones", y en forma alguna están probadas. Ocurre que soy un convencido de que una "prueba" no tiene valor por sí misma, excepto dentro del marco teórico o de creencias en la que concurre. Lo que yo empleo como "prueba" de una afirmaci ón m ía bien puede ser considerada "prueba" de una postura contraria.
O, para decirlo mejor, tal vez las pruebas que aportemos no correspondan al tipo de pruebas que la mentalidad científica dominante hoy en día exige. Tal vez. Pero, como dije antes -y sin que esto sea interpretado, espero, como una expresi ón de pedante soberbia- la raz ón de ser de este curso virtual no es conformar a la mentalidad científica, sino ayudar a la gente.
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